miércoles, 8 de enero de 2014

Capitulo 3

—La puerta de seguridad estaba abierta, así que llamé —continuó él—, y cuando nadie respondió, rodeé la casa con la intención de dejar la barra en la terraza. No quería llevármela de vuelta conmigo, porque he de realizar otra visita al otro lado del lago, en Bardolino. Eso fue hasta ver a esa mujer salvaje volar hacia mí como una malabarista circense para acusarme de ladrón.
—¡Oh, Dios mío! Lo siento —alzó unos ojos aliviados hacia él—. Así que no eres un ladrón, sino un marino y trabajas en el puerto en la ciudad.
Los labios de Pedro se elevaron en las comisuras en una sonrisa fugaz; nunca en la vida había conocido a una mujer con semejante capacidad para sacar conclusiones rápidas. Tuvo ganas de corregirla, pero al mirar su rostro inocente y el nacimiento de esos pechos, recordó su anterior decisión de divertirse. Además, aún le escocía que lo hubiera derribado con tanta facilidad.
—Sí, navego, y he estado toda la mañana trabajando en un barco —no mintió, pero tampoco le dijo la verdad.
—Imagino que con tanto turista, es la época más ajetreada del año en el lago Garda. Además está la regata de la semana próxima... tengo entendido que los participantes vienen de todas partes del mundo —su jefe iba a participar en la regata de veinticuatro horas—. Supongo que esa es la causa de que hables tan buen inglés —Paula sabía que había empezado a divagar, pero se sentía aliviada de que no fuera un criminal y sí una persona corriente como ella. Al haber perdido el miedo, experimentó el súbito impulso de relajarse en la curva de su brazo.
—Es posible —convino con una sonrisa, los ojos le brillaron al encontrarse con los azules de ella—. Pero permite que me presente. Soy Pedro...
—Encantada, señor Peter—los nervios y el pulso desbocado hicieron que extendiera la mano con una sonrisa tentativa que iluminó su adorable rostro—. ¿Puedo llamarte Peter?
—Peter. Prefiero Peter —la ayudó a ponerse de pie—. Espero que se hayan acabado los malentendidos, Paula. Somos amigos... como decís los ingleses, sellémoslo con un apretón de manos.
Con gesto formal se estrecharon las manos, pero ella vio unas luces en sus ojos y rió entre dientes. La fuerza del apretón, los leves callos que pudo sentir contra su palma suave, sin duda del trabajo manual que realizaba, la convencieron de que decía la verdad.
—No puedo creer que te considerara un ladrón — soltó con voz insegura, que se detuvo cuando él la pegó a la extensión de su cuerpo.
—Un beso para sellar nuestra amistad —bajó la cabeza oscura para reclamar la boca de Paula en un beso prolongado y tierno.
Cuando al fin la apartó, ella temblaba; los aturdidos ojos azules buscaron los de Pedro, y al observar cómo entornaba los párpados pesados, ocultando su expresión, durante un momento se preguntó si no había aceptado con demasiada facilidad la explicación que le había dado.
—Me temo que he de marcharme enseguida, pero ahora que hemos establecido que somos amigos, ¿quieres cenar conmigo esta noche? ¿O el señor Nara pondrá alguna objeción? —preguntó Pedro con ligereza, pasándole la mano por el brazo para conducirla despacio alrededor de la casa.
—Me encantará —aceptó con presteza—. Tengo libre la siguiente semana, porque el Señor Nara, su mujer y su hijo Benjamin han ido a Roma a visitar a los padres de él —sabía que hablaba demasiado, pero con el brazo pegado al costado de él, era como sí la recorriera una descarga eléctrica.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó Pedro. Era demasiado astuto para no reconocer que la febril respuesta al beso la había aturdido mucho más que a él. Aun así, hacía años que no sentía una atracción tan poderosa por una mujer. Era evidente que ella carecía de gran experiencia, y para él sería un placer ampliarle la educación. Sintió una leve punzada de culpabilidad; no parecía más que una adolescente.
—Veintiún años —repuso con expresión radiante—. ¿Y tú?
—Treinta y uno... probablemente demasiado viejo para ti.
—En absoluto —negó ella con rapidez—, Zaira es veinte años más joven que el señor Nara, y están felizmente casados. De hecho, ella haría cualquier cosa por él. Por eso me encuentro sola. A Zaira le encanta impresionar a sus suegros cuidando ella sola a su hijo cuando van a visitarlos.
Paula no tenía ni idea de lo que revelaba con su anuncio, pero al hombre que tenía al lado le sirvió como una advertencia. Paula Chaves no era el tipo de mujer para una aventura breve. Era evidente que creía en el matrimonio y en vivir felices para siempre y Peter sabía que se hallaba en terreno peligroso. Pero al mirar sus facciones animadas y su exuberante cuerpo, desterró las dudas. La deseaba y era un hombre que siempre conseguía lo que deseaba...
Eran las ocho de la tarde y la primera sorpresa de Paula fue ver llegar a Pedro en una enorme y ruidosa motocicleta. Cenaron trucha asada en la terraza de una pequeña trattoria en un pueblo pequeño situado en lo alto de las montañas. Debajo, las aguas oscuras del lago Garda brillaban a la luz de la luna, un entorno perfecto para una cena romántica.
Se marcharon pasada la medianoche. Paula se aferró con fuerza a la cintura de él mientras Pedro maniobraba la moto con destreza por el camino descendente y sinuoso de regreso a Desenzano.
Al devolverle el casco que él había insistido que se pusiera, de pronto se sintió triste porque la velada llegaba a su fin. Miró en dirección a la casa y luego a él. ¿Debería invitarlo a entrar? Pero no era su casa, y además acababa de conocerlo.
—Gracias por una adorable velada —comenzó con formalidad, pero Pedro solucionó sus problemas al poner los cascos sobre la moto y tomarla en brazos.
—El placer ha sido mío —musitó con voz ronca—, y si me lo permites, tengo unos días libres que me gustaría dedicar a mostrarte el lago.
—Sí, por favor —aceptó sin aliento; y cuando él inclinó la cabeza y la besó, supo que su destino estaba sellado.
Comprendió que él era todo lo que siempre había querido y soñado, y que no le importaba nada más que estar en sus brazos.



Espero que les guste! A la noche si puedo subo otro capitulo :)! @adaptadaspyp

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