jueves, 16 de enero de 2014

Capitulo 13

¡El bebé! Fue como una ducha de agua fría sobre piel recalentada. Lo empujó mientras trataba de sentarse.
Pedro se apartó, la ayudó a sentarse y le cubrió los pechos con el jersey.
-Me prometí que no me abalanzaría sobre ti, Paula, pero solo tengo que mirarte para desearte -reconoció con voz ronca-. Incluso con esta gloriosa barriguita -declaró con los ojos clavados en su estómago en arrobada fascinación-. No puedo esperar hasta que nos casemos y pueda cuidaros a los dos de forma apropiada -levantó la cabeza-. No te habré lastimado a ti o al bebé, ¿verdad?
-No, no, no lo has hecho -no podía mentirle, pero tampoco iba a dejar que la pisoteara. No lo había visto en cinco meses y regresaba a su vida para ofrecerle matrimonio como si le hiciera un favor-. En cuanto al matrimonio... no será necesario -soltó con rotundidad. No la deseaba a ella, únicamente estaba interesado en el bebé. Se puso de pie y la expresión de indignación desconcertada que vio en la cara de él bastó para provocarle ganas de reír-. Puedo arreglármelas sin tu noble gesto... soy perfectamente capaz de cuidar de mi propio hijo -comentó con dulzura-, ¿Te apetecería un café antes de marcharte? -ofreció.
Antes de que pudiera moverse, Pedro se puso de pie de un salto y la aferró de los hombros.
-¿De qué diablos estás hablando? ¿Noble? No soy noble... no tengo ni un solo hueso noble en el cuerpo.
-Creía que todos los «condes» eran nobles, o se suponía que lo eran -explicó con tono burlón. Él esbozó una sonrisa dura y cínica.
-De modo que eso es lo que te molesta... el que tenga un título. Debería haber imaginado que serías lo opuesto a la mayoría de las mujeres que conozco, a las que les encanta la idea -le apretó los hombros-. Jamás quise ni esperé tener un título... le correspondía a mi hermano por ser el primogénito. Pero hace tres años murió en un accidente náutico y el título recayó en mí. ¿De verdad crees que me gustó abandonar mi estilo de vida libre, trabajando en los mercados financieros mundiales, para ocuparme también de la carga del patrimonio familiar, para duplicar mi trabajo al igual que mi responsabilidad? -explicó con tono lóbrego-. El día que te conocí, fue la primera vez en tres años que me tomaba un fin de semana libre, y la primera vez que volvía a Desenzano desde la muerte de mi hermano.
-¿Por qué me cuentas todo esto ahora? -preguntó ella.
-Porque nada más verte, tan hermosa y despreocupada, decidí olvidar todo, brindarme unas vacaciones y tratar de llegar a conocerte. Sí, tienes razón en una cosa, debí haberte contado quién era, pero por una vez simplemente quise disfrutar; ¿tanto cuesta entenderlo?
Paula jamás había anhelado la riqueza. Disfrutaba de la vida, y mientras tuviera suficiente para salir adelante, era bastante feliz, pero podía comprender que una gran fortuna llevara aparejadas grandes responsabilidades.
-Sí, imagino que sí. Pero, ¿matrimonio? -eso era algo que se le escapaba. .
-Sí, Paula -la pegó al calor duro de su cuerpo-. Te casarás conmigo y tendrás a mi hijo. No he pasado los últimos meses volviéndome loco por un pequeño torbellino rubio para que ahora me rechaces -apoyó una mano en su vientre-. Eres mía, y este bebé es mío -susurró y sonrió.
Paula se preguntó cómo lo hacía. Un momento era un indignado macho depredador y al siguiente le sonreía con ternura.
-Sí -musitó, y en su confuso estado mental pensó que le preguntaba si el bebé era suyo.
Él se inclinó para perfilarle los labios con la lengua. Paula trató de permanecer rígida en su abrazo, pero el cuerpo se ablandó contra el duro calor de la sólida estructura de Pedro.
-Me deseas y yo te deseo; ¿qué más se puede decir? -susurró sobre los labios de ella; se los volvió a mordisquear y con la lengua penetró en su boca, en un ritmo que provocó un gemido de Paula.
-Pedro -jadeó desvalida, aunque retuvo el suficiente sentido común como para saber que intentaba seducirla adrede.
La sintió temblar y le encantó la reacción.
-Me has llamado Pedro; no has olvidado -deseó tomarla allí mismo, ya que su cuerpo gritaba pidiendo liberación. Pero respiró hondo y la apartó-. Quizá me viniera bien beber algo, pero no café... necesito una copa -indicó.
Paula percibió el leve humor en su voz y sonrió.
-Creo que puedo ofrecértela. Queda media botella de whisky de la Navidad. Siéntate que iré a buscarla.
Necesitaba poner cierta distancia entre ellos. Él tenía razón en que lo deseaba. Mientras entraba en la cocina reconoció que era el hombre al que amaba. Si quería ser sincera consigo misma, el sorprendente ofrecimiento de matrimonio de Pedro era más de lo que jamás había esperado, y resultaba muy tentador. Abrió un armario y extrajo la botella con el néctar ambarino.
Unos minutos más tarde regresaba al salón con una bandeja en la que llevaba una copa con whisky y otra con leche. Pedro se hallaba junto a la repisa, mirando la foto de una pareja que se rodeaba con los brazos.
-¿Tus padres? -preguntó-. Nunca se me ocurrió preguntarlo... ¿dónde están?
-Los dos muertos -musitó.
-De modo que estás sola en el mundo -declaró con voz sombría. De una zancada se situó junto a ella, le quitó la bandeja de las manos y la depositó sobre la mesita de centro. Se irguió y le entregó el vaso de leche-. En tu condición, no deberías cargar nada.
-No estoy enferma, solo embarazada -repuso con sequedad-. Sigo trabajando -añadió antes de sentarse en un sillón con un suspiro. También estaba cansada y emocionalmente confusa, pero no tenía intención de contárselo. Bebió un buen trago del líquido cremoso.
-¡Sigues trabajando! -exclamó, y la miró como si estuviera loca-. Se acabó -vació la copa de whisky de un trago, la dejó con fuerza sobre la mesa y se volvió para observarla ceñudo. Había volado a Inglaterra airado, sin saber muy bien qué iba a hacer con Paula, pero le había bastado mirarla para pedirle que se casara con él. Lo dejaba consternado saber que se hallaba sola en el mundo, y también le recalcaba lo poco que sabía de ella. Decidió que todo eso debía cambiar-. Si no recuerdo mal, ibas a trabajar como química investigadora. Eso se acabó. Bajo ningún concepto puedes estar cerca de un laboratorio... podrías contagiarte cualquier cosa, provocarle un daño incalculable a nuestro hijo.

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