lunes, 17 de febrero de 2014

Capitulo 25

Tres años después...
ST. AIDEN'S Cove en Cornualles estaba prácticamente desierto, aunque era comienzos del verano. Paula se hallaba junto a los salientes rocosos en la diminuta playa y observaba a su hija meter de forma metódica arena en un cubo rojo; nada frenaría la determinación de Annalou de construir un castillo de arena, lo que hacía que pensara en Pedro. Annalou tenía los ojos de su padre, y también su seguridad. Nada parecía molestarla.
Con ironía, reconoció que, por desgracia no podía decirse lo mismo de su madre. Un día de verano parecido a ese había escapado de la Casa Alfonso.
Recordó esa época traumática y la sencillez final para lograrlo. Le había contado a Pedro lo que había hecho Micaela, y la respuesta de él había sido decirle que exageraba. Habían discutido, pero por una vez Paula se había negado a ceder.
La noche anterior a que tuviera que ir al último examen del médico, Pedro había entrado en su dormitorio.
-Mañana tienes cita con el médico, ¿verdad? -le había preguntado. Los ojos oscuros, que ardían con una sombría intensidad, habían capturado los suyos. Como si se sintiera obligado, se había sentado en la cama y la había tomado en brazos y besado con una pasión hambrienta y urgente-. Bella mia -había gemido sobre la boca de ella, mientras le acariciaba el pecho-. Vuelve deprisa mañana. Me muero de frustración -y la besó otra vez.
Dos besos habían bastado para convencerla de que sus temores eran infundados y de que Pedro la amaba. Eran una familia y el futuro parecía de color rosa. Pero el comentario de él al despedirse: «Recuerda pedirle al médico que te dé la píldora... es el control de natalidad más seguro», había mermado su euforia.
Pero nada como la sorpresa que recibió al día siguiente. Había regresado del médico entusiasmada, y fue directamente al despacho de Pedro, incapaz de esperar para darle la buena noticia.
Con amargura pensó que incluso en ese momento le dolía. La puerta había estado parcialmente abierta y los había visto juntos. Abrazados. La advertencia de Zaira, los actos de Micaela... todo había encajado. Pero lo que le produjo horror fue lo que les oyó decir, lo que la impulsó a marcharse de inmediato.
-Puedo asegurarte, Micaela, que Paula y yo no vamos a tener más hijos.
-Entonces, ¿por qué esperar? Deshazte de ella ahora, Pedro. Yo puedo cuidar de Anna Louise; la quiero.
Bajo ningún concepto iba a permitir que Micaela pusiera las manos en su hija.
Paula había actuado con energía. Su rostro triste había sido auténtico cuando luego le contó a Pedro que el médico había indicado una semana más, pero no por el motivo que él había creído. Con un poco de persuasión, había aceptado que Paula y el bebé fueran a visitar a Zaira Nara durante unos días, mientras él aprovechaba la oportunidad de arreglar unos negocios en Nueva York.
Irónicamente, Pedro le había proporcionado los medios de fuga. Le había regalado un teléfono móvil de última generación, dándole instrucciones de llamarlo en cualquier momento, para que él no la molestara cuando se encontrara con Anna Louise. Paula había entrado a su despacho a buscar el pasaporte y por un extraño golpe de suerte había encontrado el nuevo que Pedro le había solicitado, con el bebé incorporado en el documento. Había dicho que la llevaría de vacaciones, pero no pudo creer el descaro que mostraba. ¡Era evidente que las vacaciones serían su despedida! En ese momento se juró que lo iba a sorprender.
Al día siguiente iba en un avión a Inglaterra, y por la noche había vaciado su cuenta bancaria, y agradecido la bonificación del dinero de la venta de su casa. Había llamado a Pedro varias veces para no despertar ninguna sospecha. La última llamada la había realizado a la mañana siguiente, cuando dejó el hotel en el que había pasado la noche. Le dijo que había dejado el coche en el aeropuerto de Roma y que lo abandonaba. Podía quedarse con Micaela, pero no con su bebé.
Él seguía chillando cuando Paula cortó la comunicación y tiró el móvil a la calle. Un taxi negro se había encargado del aparato.
Al recordar a su honorífico tío Tom de la infancia, puso rumbo al hogar que tenía en Cornualles. Al presentarse, él las recibió con los brazos abiertos. Después de oír su historia, había insistido en que se quedaran con él en la casa que daba a la bahía. Las había presentado a los vecinos como Paula Hope, la sobrina que acababa de enviudar, y su hija, e instruyó a Paula en que debía mantenerse alejada de cualquier ordenador del gobierno para permanecer oculta, incluidos los de hacienda, los de los sistemas sanitarios y de educación y así en más.
Con el dinero de la venta de su casa ingresado en la cuenta de Tom, no había sido ningún problema lograrlo. Ellen Jones, cuyo padre era amigo de Tom, dirigía un pequeño gimnasio en la ciudad cercana de Newquay, en el que le había dado un trabajo a tiempo parcial, por el que le pagaba en efectivo.
Durante tres años la vida de Paula había ido bien. Contempló a Annalou. Apretaba los dientecitos, con la atención centrada en fabricar «el mayor castillo de arena del mundo» para el tío Tom.
Cerró los ojos en un espasmo de dolor. El día anterior habían enterrado a Tom. Era él quien había acortado el nombre de Anna Louise a Annalou. Pero nunca más volverían a verlo ni a oír su acento de Cornualles cuando la consolaba. Sus vidas iban a tener que cambiar...
Pedro titubeó para controlar el martilleo de su sangre por las venas. Era Paula, más hermosa que nunca, algo que ni siquiera el vestido negro barato que llevaba podía ocultar. Le había dado todo y ella lo había traicionado...
En silencio, avanzó.
-¿Así que es aquí donde te escondes, Paula?
Después de tres años, reconoció la voz profunda al instante. Abrió los ojos conmocionada. Se hallaba a menos de medio metro de ella, todo masculinidad poderosa. El rostro bronceado mostraba algunas arrugas nuevas, pero no hacían más que potenciar su atractivo. Llevaba unos pantalones negros de un corte perfecto y un jersey negro de cuello vuelto. Parecía un ángel vengador mientras la estudiaba con desdén.
-Tú -murmuró ella... como si lo hubiera invocado al pensar antes en él. Apartó los ojos y buscó con la vista a Annalou, sentada en la arena y observándolos con curiosidad.






Mañana subo 2 capituloosss!!!

4 comentarios:

  1. no sea asi no nos dejes con sta intriga por favor, muero por leer el proximo capitulo

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  2. Espectacular este cap, al fin Paula se animó y salió de esa casa con esa bruja de Micaela rondándole. Espero ansiosa los 2 caps de mañana.

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  3. Noo lo podes dejar asi que suerte que se fue espero ansiosa los caps besos @rociibell23

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